Termina uno el día, la semana; no sabe si el mes, el año o el curso. El cansancio recorre el cuerpo de cabeza a pies haciendo un reposo en las piernas. No sabe uno si dormita, sueña o, simplemente, se apaga por momentos. Es uno de esos estados en los que no sé reconocer si mi vida es fruto de una novela o escribo una novela con mi vida. Son esos segundos en los que desde aquí, desde la tenue luz que me atrapa en la terraza, miro al cielo y soy incapaz de encontrar una sola estrella que sostenga la luz de la luna.
Y mientras sigo pensando... llegará mañana.

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