Si detesto algo en mi día a día es que me llamen cuando estoy comiendo. Sea quién sea y sea con quién sea el almuerzo. Es mi momento, como si de un ritual se tratara. De tres a cuatro y media, tan sólo una hora y media de las veinticuatro del día ¿tan difícil es no llamar a nadie, a no ser por algo extraordinariamente imprescindible? Yo lo hago - el no llamar-, y no me genera ningún trauma.

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