Me he comido un plato de esas lentejas que levantan a un semimuerto - muerto, de momento, no estoy ni espero estar-. Estoy seguro que no ha sido por las lentejas, vaya usted a saber dónde fueron criadas o recolectadas o manipuladas, sino a la mano que ha tenido a bien cocinarlas. Podría decir que estaban guisadas con el gusto y las manos de mi madre -máximo exponencial culinario -, pero en este caso la cocina ha sido la del restaurante La Giralda IV.
He pasado la mañana entre los 9ºC de temperatura, la lluvia y el cielo de San Lorenzo de El Escorial, visitando obras de futuras infraestructuras que, sinceramente, no porque sean de mi competencia, son la envidia de España. También diré -aunque me cueste- que parte de mi mañana, desgraciadamente aunque no quede otro remedio, la he pasado en coche. Vaya atascos hoy. Parece que la lluvia anima y/o contribuye a que todos decidamos movernos en vehículo.
A lo que iba, lo importante, esa ensalada de ventresca y cebolla fabulosa y estas lentejas con su pedazo de chorizo, chorreando aceite, me han dejado completamente apto para saludar esta tarde laboral que tampoco queda corta. Y esta noche a runnear y bajar las calorías, claro.
La Giralda IV , uno de los restaurantes de Carmelo -su dueño e infatigable trabajador, entrañable y único-, puede considerarse como uno de mis lugares referentes para disfrutar de almuerzos en los que la atención, la familiaridad, la calidad y el ambiente consiguen envolverte de tal forma que te hacen volver. Un lugar para llevar a amigos, siempre quedaras bien.

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