Restaurante 'Finos y Finas'





Cuando cambié mi lugar de trabajo, además de las responsabilidades de uno y otro (diferentes pero a cuál más satisfactoria), te ves obligado también a cambiar tus hábitos, tus lugares y rincones favoritos de todo tipo.






Uno de los primeros cambios fue encontrar algún que otro espacio/restaurante que me permitiera realizar mi comida diaria no siempre acompañado. Y es verdad que no es lo mismo comer con gente que a solas. No todos los restaurantes valen, es algo bastante personal. Cuando comes con otras personas (trabajo, amigos, familia) el lugar debe reunir unas condiciones, para mí, fundamentales en imagen, presencia, servicio y calidad, pero además, cuando lo haces 'solo' (y yo al menos una o dos veces por semana gusto y necesito de comer así) requiere algo más. Debe ser más, debe convertirse en ese lugar que te haga sentir, en su conjunto, plenamente cómodo y a gusto.

Comer solo, para muchas personas puede resultar algo catastrófico o fuera de la normalidad. Creo, incluso, existe un libro que lleva el título de "Nunca comas solo". Una gilipollez más del marketing comercial en busca de lectores necesitados de ideas pseudoempresariales. Yo defiendo y aconsejo todo lo contrario: de vez en cuando es saludable comer solo. Yo lo recomiendo con la máxima sinceridad. Y para ello, cada uno busca y elige sus rincones, a veces venidos por la cercanía, pero siempre, está claro, son aquellos que te hacen sentir a gusto y como en 'casa'.







Así encontré este fantástico lugar/restaurante: 'Finos y Finas'. Cerquita de la oficina, en Ramón de la Cruz, acogedor, sencillo pero elegante y con esas personas en el servicio que guardan la distancia necesaria para hacerte sentir la confianza sin el exceso, con el respeto y con la extraordinaria profesionalidad que se requiere en cualquier establecimiento público.




En Finos y Finas el ruido acompaña y te deja pensar mientras las personas que te sirven, los camareros, corren de negro, de un lado a otro, por ese pasillo sin fin, tratando de conseguir la rapidez justa en cada plato. Te sientes a gusto, te miman desde la seriedad y la distancia.


El restaurante tiene una carta digna y alegre, llena de sabor y artesanía con toques experimentales bajo una base mediterránea. No te cuesta elegir porque cualquiera de los platos, sea de menú sea de carta, están preparados con esmero y con el toque de un excelente cocinero.

Yo siempre comienzo con una caña en la barra: pequeña pero justa, la barra y la caña. Ya me siento casi todos los días en la misma mesa y termino siempre con un pacharán (de esos que me saben a gloria), tranquilo, pensativo, ordenando ideas, a veces con un lápiz en la mano, escurriendo notas o versos, ajeno al movimiento.

He cogido, tras cerca de un año, cariño a este lugar. Y lo recomiendo no sólo porque me gusta sino porque tiene una calidad extraordinaria en toda su carta. Los miércoles el cocido es de chuparse los dedos y el resto de la semana tienen un menú del que muchas veces es difícil despegar. Pero la carta, de un precio asequible, es digna de degustar. Por cierto, tienen esos caldos/vinos que refuerzan el paladar y te dejan el gusto justo para continuar el trabajo en la tarde.

Por cierto, el libro 'Otros 20 magníficos' de Emiliano Suárez Pascual, que recoge, de forma excelente, una guía (segunda guía) con 20 lugares gastronómicos emblemáticos de nuestra ciudad, no deja pasar, entre éstos, al Restaurante Finos y Finas.




A veces la mejor comida se da con el 'mayor silencio'.


















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