Dice Antonio Colinas que...

"Viajamos por la vida (y por nuestro interior)
hasta que, liberados para siempre,
renazcamos al fin a nueva luz.
Es nuestra obligación continuar siempre
el viaje hacia el centro de los centros,
viajar entre océanos (o por un mar de dudas)
llevando en nuestras dos manos abiertas
-como ofrenda, como paloma ardiente-
sólo unas pocas brasas:
estas de las palabras del poema.
Brasas de las palabras del poema,
en las manos abiertas, que desean un día
ser llama, o ser hoguera, o fuego blanco
de la más pura luz frente al negror del mundo.
Y ser al fin la fuente de la que irá manando
una luz que ilumina por dentro,
la luz que saciará
para siempre
nuestra sed de infinito.
La sed de quien desea eterna plenitud."

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30