Por ahí, perdidos de todo pero encontrados por si mismos, se encuentran los verdaderos discípulos de los dioses. Son pequeños, no tan inmensurables como Él, aunque grandes entre tanto chikilicuatre que estamos, pero sin ser vistos -tan solo por aquellos que les necesitan- día a día, sin descanso, sin cansancio, transmiten el Amor en mayúsculas, el Amor desinteresado, ese Amor humano que les hace grandes, ese que se da para no recibir. Y otros nos dedicamos a mirar, a dejar pasar, a incordiar, a volvernos hacia otro lado. Qué poco costaría hacer, agradecer.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30