01.04.2018... Cuando el silencio te llama...

Hemos terminado la semana y hemos iniciado otro mes en este día que para mí, desde hoy hace 17 años, marca la esencia de mi existencia. 


Han sido días climatológicamente extraños, particularmente fríos, pero llenos de paz. Esa paz tan necesaria que solo podemos encontrar en el fondo de nuestro interior.

Días de mucho caminar, de mucho pensar. 


Andando por esos mis caminos, uno no deja de pensar en todos los pasos que por ahí se han dado y se dan. Pero cada uno piensa en los suyos: pasos felices, pasos tristes; pasos alegres, fracasados o victoriosos; pasos empapados en sudor o en esas lágrimas que quedan impregnadas en la piel como la sal. Pero siempre pensando que son los tuyos, mis pasos, estos, los que doy dónde los quiero dar: por aquí los han dado los míos, por aquí los seguirán dando. Por aquí soñando, por aquí muriendo. 

Alguno podrá preguntar que para qué. Para qué ese caminar en solitario, junto a esa sombra que jamás se separa.

Cada uno tiene su lugar particular, ese al que vuelves. Ese del que te vas pero nunca te separas.

Reconozco que siempre vuelvo aquí, a caminar, a saltar, a bailar en soledad... pero también a llorar. A sentir que el alma te explota porque tal vez no has sabido hacerlo, porque eres humano mal que te pese y tu mayor virtud es estar lleno de defectos. Pero vuelvo también por aquí, a gritarle al viento que vivo. O vuelvo a reírme, yo solo, de todo lo que me deja sentir el camino.

Aquí vengo a expiarme. A deshacer los malos pensamientos, a borrar. A vivir en el presente. A escuchar el sonido del silencio.

Como leí una vez, no olvides que no hay cantidad de culpa que pueda cambiar el pasado ni tampoco cantidad de ansiedad que pueda cambiar el futuro; por ello serénate y vive el presente. Respira, fluye.

Realmente no sé lo que buscaba estos días. Ese tiempo con mi hijo que no paso habitualmente y que necesito más que nunca, momentos de soledad, de silencio. Ese silencio que en los últimos meses no encuentro porque me he visto desbordado, devorado por momentos, por el ruido interno tanto como  por el externo.

Puedo ser uno de esos seres, bichos raros, que existen y habitan este planeta. Últimamente me lo dicen mucho y tal vez en eso sí lleven razón. Aunque ¿quién posee o es dueño de la razón? Aunque de mis silencios pueda parecer beneficiar a otros, realmente al que beneficia es a mi. Las palabras, dependiendo en el momento en que se dicen, o de la forma o tono como se pronuncien, pueden hacer un daño irreparable. Por ello admito, en silencio, cualquier opinión o adjetivo calificativo hacia mi persona, aunque ni sean ciertos ni comparta. Yo soy yo y aquellos que me vean como realmente soy, sin duda, a lo largo del camino, llegarán a la verdad.

El silencio puede llegar a ser una necesidad vital, tanto es así que en ocasiones me busca otras se busca.

Para muchos esto es una rareza. Para muchos su esencia vital es estar instalados en el ruido, tal vez para huir de ellos mismos. Enfrentándonos al silencio, a la soledad, conseguimos conocernos y conociéndonos podemos aspirar a vivir en paz. Pero querer conocerse a veces genera miedos.

Toda nuestra existencia es ruido: sonidos, lo que vemos, lo que nos bombardea la mente. Siempre ocupados. Noticias, radio, música, televisor, móvil, ordenador. Todo para encontrar esa compañía que necesitamos. Todo porque tenemos miedo al silencio.

Una de estas noches, de frío y viento, me abrigué y salí a la oscuridad del camino. En la primera linde que pude, no lejos de la carretera, me senté y esperé a que cesaran los ladridos de esos perros que desperté en los alrededores. En calma, cuando sentí que el corazón latía más despacio, respiré y dejé que el frío llenase mis fosas nasales y luego mis pulmones. Y escuché... escuchaba el silencio

Escuchaba la suavidad del viento, sus caricias. El viento no deja de ser silencio y si se está atento, si quieres percibir ese Ahora silencioso, lo escuchas.

Me despejé por completo, me sentí parte del entorno que sin duda cambia con la luz del día, con el poco ruido que amanece en este paraje. Si eres consciente, puedes llegar a escuchar sonidos atípicos, son los sonidos del silencio. Y en ese silencio me encontré, nuevamente, con mis virtudes y defectos, pero allí estaba, en esa calma vital, especial.

Por eso cuando el silencio me llama... voy.

El silencio me llama desde siempre. Cada día lo siento más al igual que cada día lo necesito más.

Mirar el sol, mirar el camino, la tierra, esos cielos, las hojas, las hierbas, las piedras, las aves que van y vienen, alguna liebre o perdiz, el ladrido del perro a lo lejos el valido de la oveja el gruñir de la naturaleza. el baile de las estrellas en la noche, los grillos en verano o el chasquido del fuego en invierno. Todo es el silencio, porque todo es el ahora.

Casualmente, y digo casualmente porque me lo he encontrado tras anotar mis reflexiones, El País publica hoy un interesante y acertado artículo, firmado por Joseba Elola, sobre el silencio, y que tengo a bien recomendar y enlazar por aquí: 'Silencio, por favor'.

La vida es el ahora. El resto fue ayer.
"El buscador es quien está a la búsqueda de sí mismo. Abandone todas las preguntas excepto una: '¿Quién soy yo?'. A fin de cuentas, el único hecho del cual puede usted estar seguro es que usted es. El 'yo soy' es cierto. El 'yo soy esto' no lo es. Esfuércese por descubrir qué es usted en realidad.
Pero para saber lo que usted es, antes debe investigar y saber lo que no es." Sri Nisargadatta Maharaj
Déjate llamar por el silencio y sal a encontrarte.

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