06.05.2017... Consejos de la vida!

Anda uno tan reflexivo consigo mismo como con todo. Los brotes alérgicos primaverales parece empanan la mente, o la revuelven de tal manera que más que coach parezco uno de esos coachee, envuelto en mil interrogantes con respuestas calladas.

Me despierta estos días una especie de vacío, una sensación de ansiedad, de no saber muy bien dónde estoy ni hacia dónde voy. Lo curioso es que estoy y sé perfectamente a dónde voy. 

Es como si me faltase algo. Es como si teniéndolo todo no tuviera nada. Tal vez ese sea el problema fundamental de nuestra existencia: tener más de lo que necesitamos.

Ando todo el día como tonto. Puede ser este clima que va y viene; puedo ser yo mismo con mis absurdos vaivenes.

No sé por qué, a veces, me viene a la mente esa oscura sensación de haberme equivocado en ciertos planteamientos en mi vida. Es como si a mitad de nuestro camino, y ojalá lo sea, tuviésemos que parar y repensar si realmente caminamos en la dirección adecuada o, simplemente, necesitamos ordenar la mochila para equilibrar el peso y que todo, sobre todo esa última parte, nos sea más fácil.



No se me va esa sensación de que si queremos abarcar mucho, es complicado que todo se haga o se termine de manera correcta.

A veces debemos desviarnos un poco del camino para poder encontrarnos.

Deberíamos reducir nuestras necesidades, viviríamos mejor y no preocupados constantemente en cubrirlas.

Cada día debe merecer la pena.

Estamos de prestado. Cualquier día puede ser el último, malgastar nuestra vida o provocar con malos hábitos su rápida oxidación es de una irresponsabilidad infinita.

Las acciones, buenas o malas, pequeñas o grandes, siempre generan consecuencias.

Es curioso cómo no dejamos de buscar nuestra propia felicidad continuamente, pero la mayoría de lo que hacemos para hacernos felices genera mucho más caos.

El otro día, mientras picábamos algo al medio día, en la barra de un bar, se nos acercó un hombre mayor, amable, educado, risueño, de esos llenos de sabiduría y pasión. Con una sonrisa de oreja a oreja se nos presentó como Vicente. Nos preguntó qué edad le echábamos, a sabiendas que le diríamos menos de la que tenía que eran unos fantásticos 88 años. 

No sabemos si estaba escuchando nuestra conversación, entre reflexión y discusión sobre temas de trabajo, el caso es que nos dijo algo así:
- ¿Sabéis cómo he llegado a esta edad estando así?
- Pues no.
- No enfadándome nunca y sonriendo siempre.

Lo cierto es que aquél hombre, que disfrutaba de media ración de callos y una copa de vino, estaba fabuloso.

- ¿Sabéis otro secreto? Aunque a veces he pasado por períodos que no he tenido un duro, nunca he dejado de vestir bien y tener una buena presencia.

Su imagen era la de todo un caballero. No muy alto, buen aspecto físico, pelo gris y una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿Y sabéis qué, y ya no os molesto más? Que hay que disfrutar de cada momento, yo sé que aquí estoy de prestado, como cada uno de nosotros, pero en mi caso, cada día es un regalo.

Tras una amigable conversación, repleta de experiencia y reflexión, nos invitó, acompañándonos, a una copa de cava antes de marchar.

Le vimos alejarse por la calle, con su traje y su pañuelo en el bolsillo de la chaqueta. Con un andar rítmico, con elegancia, sin dejar de sonreír.

Fueron varios y variados sus consejos sobre la vida, con ejemplos de su propia biografía: sobre el mundo de la empresa, los amigos, las relaciones. Experiencia.

Ese día, al llegar a casa y tumbarme en la cama, sentí cierta envidia. Llegar a esa edad con esa fuerza, con esa pasión y esa cabeza. Pero luego me enfadé conmigo porque lo importante no era pensar en el futuro, lo importante es vivir el ahora con esa pasión, con la mente en equilibrio y sin perder de vista que cada día es un regalo porque es uno más.

Todos esos pensamientos que me vienen, que me molestan en mi interior y que, normalmente, son producidos por mis actos, son fáciles de solucionar y siempre depende de uno mismo. Depende de cambiar de hábitos, de ordenar ciertas cuestiones, centrar el foco  y no dejar que la cabeza y el cuerpo consuma más de lo necesario o tenga que malgastar energía por culpa esencialmente nuestra.

Es curioso cómo, siendo alguien que da conferencias, sesiones coaching, luego tenga que estar auto analizándose constantemente.

Marcarnos objetivos concretos, claros y definidos es básico para conseguir aquello que queremos y buscamos. 

Persistencia, paciencia y disciplina para superar y cambiar aquellos hábitos que nos desvían del camino.

El cambio depende siempre de nosotros.

Hay un aforismo sánscrito que dice que "No hay nada noble en ser superior a los demás. La verdadera nobleza consiste en ser superior a tu antiguo yo. Sé mejor de lo que fuiste ayer." 

Y sólo depende de nosotros.

Ayer, una de esas pocas personas que me importan, me decía y aconsejaba con acierto, que mucho de lo que me ocurre es culpa mía. Y lleva razón porque lo que hacemos, para bien o para mal, es responsabilidad nuestra. No podemos estar quejándonos constantemente si luego no ponemos de nuestra parte. 

Si pisamos un terreno embarrado, lo normal es que nos caigamos y nos cueste levantar.

Debemos llenar de sentido nuestros días y conseguir que cada uno de ellos sea como una pequeña vida. 

Ser mejores cada día depende única y exclusivamente de nosotros.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30