05.04.2017... Las mochilas...!

A veces comenzamos los días raros, con extrañezas o mal sabor de boca, digamos así: torcidos. Creemos que no son buenos, simplemente eso.

Es verdad que despertar con un día de esos luminosos, buenos, nos genera inmensa felicidad pero nunca olvidemos, también,  que un mal día te aporta experiencia y la experiencia es una de las piezas fundamentales de nuestras vidas.

Pensaba que la humanidad está llena de controversias y disfunciones. Yo mismo estoy repleto de ellas.

Piensas unas cosas pero luego haces otras. Te revuelves contigo y terminas por caer siempre en lo mismo.

No haces lo que piensas y eso te obliga a dislocarte mentalmente cada noche.

La verdad es que voy necesitando perderme en el olor de la tierra removida del campo y contemplar ese cielo repleto de estrellas, de esas que solo lucen cuando yo las miro.

Necesito despojarme de toda esa carga que me va rodeando y que, en definidas cuentas, voy echando en la mochila sin darme ni cuenta. 


Va llegando uno a esa edad en la que debe comenzar a descargar hasta quedar sin peso. Todo tiene su momento.

No sabemos cuál es el camino correcto, cada uno tiene el suyo, pero a veces corregir el camino que hemos tomado se hace necesario.

Cada vez pienso más en eso. 

Ayer lo comentaba, uno está en esa edad en la que debe ir descargando el peso de la mochila hasta quedar sin nada más que su alma... esa es la mejor situación para despedirse: marchar sin nada. Pero nosotros lo hacemos todo al revés, a cada paso vamos recogiendo más y más peso, más y más carga como si pudiésemos llevar todo con nosotros. Qué tontos. Qué ignorantes somos todos aquellos que nos pensamos los más listos. Y luego erramos en lo simple.

Cada uno llevamos una mochila. La vamos cargando hasta cierto momento que, lo inteligente, es ir descargando para partir lo más ligeros posible.

Me encantan las mochilas. Tengo, sinceramente, una colección de ellas. Pero mochilas, filosóficamente hablando, sólo podemos llevar uno y, para nuestro camino, cuanto más ligera mejor.

Tal vez la primavera sea esto.

Ayer, más allá de los momentos poético filosóficos, terminé el día riéndome. Volví a casa en taxi ya que se hizo algo tarde. Cuando el taxista me dejó en la estación de tren,  para recoger mi coche aparcado, encendió la luz interior y me dijo:

- Disculpe pero es que me ha dado como un flax.
- ¿Cómo dice? -contesté.
- Sí, cuando me ha dicho que le dejase junto a la Universidad, he mirado por el retrovisor y me ha parecido ver que se me había aparecido Valle Inclán.
- Casi... pese a mi vulgar intelectual.

No me quedó otro remedio que reírme con él. Bueno, no sé si parecido, cierto es que muy lejos de su inteligencia.


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