08.01.2016... Mi Primera experiencia con el Yoga.

Llegamos al viernes, en este inicio de año con semanas entrecortadas, con más de medio país preocupado por las rebajas y  Zidane que de su futuro, pero con la sensación de haber comenzado cumpliendo propósitos que, aunque mínimos, son importantes.



Llevo años estudiando y leyendo. Todo aquél que me conoce sabe de mi pasión por el estudio de la filosofía de las religiones y mi incesante búsqueda interior como medio que trata de equilibrar mente y espíritu. Declaro siempre mi sentido judeocristiano y, sin duda, mi relación con el budismo e hinduismo sin dejar de lado las filosofías orientales como el Tao. Todo un personaje, como diría aquél.

Hace un unos años, tras leer unas obras de Ramiro Calle, me lancé a la lectura del libro 'Autobiografía de un yogui' de Paramahansa Yogananda. Lo que para algunos podría resultar un verdadero coñazo, a mi me fascinó. La Autobiografía de un Yogui  nos presenta el cautivador retrato de una de las personalidades espirituales más destacadas de nuestro tiempo, junto a Teresa de Calcuta o Ghandi. Abundando en este particular, la historia de Paramahansa Yogananda está considerada como uno de los 100 libros espirituales más importantes del siglo XX por un grupo de académicos consultados por la editorial Harper&Collins. 

Curiosamente era el libro de cabecera de Steve Jobs, cofundador de Apple. En la última etapa de su vida era el único libro que llevaba en su ipad y al que acudía cuando las cosas no iban como el creía. Según cuenta Marc Benioff  dejó como regalo un ejemplar a a todos sus allegados cuando falleció. Quiero decir con esto que no debo ser el único personaje raro que habita por ahí.

Por aquel entonces uno se dedicaba a correr seis días a la semana, participar en cinco Medio Maratones al año, un par de Maratones y, para rematar, alguna que otra ultrafondo de 100 km. Mi obsesión por el running no me permitían ni pensar en la meditación o en el yoga.

Una vez que los huesos comenzaron a resentirse de los excesos kilométricos y, por qué no decir, de la edad, bajé la cantidad semanal de kilómetros y esfuerzo running y comencé a merodear en otras alternativas como la meditación.

El exceso de trabajo, de celo, timidez o vergüenza me mantenían frenado para dar el paso a la práctica del Yoga. He leído artículos de todo tipo sobre sus efectos y bondades pero, sentirme como un tronco incapaz de doblarse y pensar que podía romperme en el intento me frenaban.

Terminé el año leyendo algunos artículos y entrevistas de B.K.S Iyengar , uno de los maestros de yoga más importantes del mundo, y me animé. No me lo pensé mucho. Me acerqué al Centro de Yoga más cercano a mi trabajo, me informé y me dieron la oportunidad de probar, sin compromiso, en tres clases de yoga de tres estilos diferentes: Hatha Yoga, Iyengar Yoga y Ashtanga Vinyasa.

Y esta semana he tenido mi primera experiencia yóguica. 

Dicen que uno debe estar preparado para dar los pasos adecuados, ser consciente del momento, quererlo, saber y arriesgar.

El Hatha Yoga es uno de los estilos más practicados en el mundo. Resalta por sus ejercicios de respiración, posturas (llamadas asanas), y el estado de bienestar que aporta a aquellos que lo practican además del desarrollo de la capacidad de concentración. 

El origen del Hatha Yoga comienza en Goraknath que está considerado como uno de los gurús más importantes del Hatha Yoga; vivió en el año 1000 d.C. y se le atribuye la creación de los primeros ejercicios de respiración y posiciones del Hatha Yoga. La obra más antigua y completa que todavía existe del Hatha Yoga es la "Hatha Yoga Pradipika" (Luz sobre Hatha Yoga) redactado en el siglo XV.

Cuando la gente se refiere al Yoga en realidad están hablando de Hatha Yoga. Los primeros yoguis realizaban prácticas ascéticas dedicadas a acumular fuerzas psíquicas y obtener poderes llamados siddhis.

Y ahí estaba yo, con mi ropa cómoda, en una sala con poca luz junto a unas pocas y experimentadas personas, frente a una profesora que sabía de mi inexperiencia. Nervios y curiosidad. Curiosidad y nervios.



Mantra Om y adelante.

Humildad ha sido mi pensamiento durante esta primera clase. 

Una parte con posturas que tenían como objetivo el estiramiento de cada uno de los músculos del cuerpo, calentamiento. Todos. He sentido mi fragilidad y mi falta de elasticidad en cada movimiento. Sabía que era poco flexible, ni siquiera acostumbro a estirar cuando termino de correr, pero no conocía hasta qué punto. 

Trataba de seguir el ritmo; a cada momento me corregían.

No era capaz de estar plenamente concentrado, lo he intentado. Buscaba referentes a mi alrededor para tratar de hacer bien las posturas, que requerían elasticidad, concentración y equilibrio. 

Difícil hacer bien el primer día lo que para uno puede parecer imposible, pero feliz.

Respiración: inspirar, espirar. El inicio y el fin. La disciplina. 

Última postura de la clase antes de la meditación y relajación: la vela. Tan fácil o tan difícil. Pero ahí he estado, manteniendo la concentración y el equilibrio dirigiendo los pies lo más en vertical posible al techo. 

Y es cierto, hubo un momento en el que desterré mis temores. Hubo un momento en el que mentalmente sentí todo mi cuerpo, mis deficiencias. Soy muy deficiente, me gusta. Claro que sí. Las deficiencias están para corregirlas.

Tendré que disciplinarme y concentrarme pero sé que el Yoga puede ser muy beneficioso, no sólo en lo físico o en la salud, sino en lo mental.

Así que así he comenzado el año: entre místico, poético y filosófico. Algún que otro objetivo marcado e iniciado.

Feliz noche amigos...

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