07.05.2015... Cuidar el tiempo.

Uno que anda estos días, tratando de discernir, meditando más que pensando, sobre lo que nos rodea y sobre esos malos hábitos que vamos sumando con los años, tras creer que eran buenos, pero que nos van matando, se encuentra con que el tiempo, ese tan efímero, se nos va yendo no sólo por lo natural de la vida misma sino porque lo queremos. Perdemos el tiempo porque queremos perderlo, como si nos sobrase.

Cuidemos nuestro tiempo.

Entre toda esa porquería diaria que nos envuelve y atrapa, entre todo lo insano que a veces nos acompaña, tiene uno momentos de esos que merecen la pena.

Esta mañana, por ejemplo, vino a verme mi amigo Jesús Guerrero. Jesús, que anda el hombre superando en estos momentos una de esas enfermedades que te persiguen y atrapan, es una de las personas que más sabe de arte en este país. 

Podría tirarme toda la mañana escuchándole sin darme cuenta del tiempo. Tomar el té con él es obtener una clase magistral de arte. Hoy, por ejemplo, me enseñaba un estudio de investigación que ha realizado, por encargo, sobre un cuadro atribuido por su dueño al maestro RembrandtEl resultado, según su apasionada investigación, es que no es una obra del pintor.

El otro día fue sobre Zurbarán y otro sobre Sorolla.




Escucharle hablar de obras de arte, bajo esa mirada que busca ocultar la enfermedad, es verle lleno de vida y pasión.

Hoy, además, ha querido regalarme unos poemarios de Juan Ramón Jiménez. Curiosamente, mientras ojeaba los libros, lo abrí por estos versos: "Mi corazón ha salido/ al sol doliente de oro,/ ¡pobre corazón de marzo/ que está frío y que está solo!// Pobre corazón que supo/ las dichas que saben todos,/ clara alegría de fuentes,/ bien de labios, lumbre de ojos..."

Arte, poesía y amistad en una mañana que me lleva a reflexionar sobre los hábitos, sobre los momentos, sobre la vida. La vida que vamos haciéndonos sin pretenderlo o sin quererlo, por no detenernos ese instante a meditar y tal vez girar o corregir la dirección. 

Y es que te das cuenta, en el día a día, que igual que estás puedes no estar; te das cuenta que a veces te vistes de traje, para esconder el alma, pero vas desnudo por la calle ante el deambular de unas gentes que ni si quiera han llegado a conocer su espíritu.

Estamos construyendo, sí. Todos los días construimos algo aquellos que nos dedicamos y amamos el trabajo y el riesgo. Luego están esos señoritos, que los hay, esos marqueses con o sin vasallos, pero rodeados de plebeyos inventados, bien llamados ahora chupa 'penes' o pasilleros que son los que van quedando, esos que siempre están, esos por los que no pasa el tiempo, esos que aprovechan el esfuerzo de los demás.

Y no sé por qué he terminado escribiendo esto, o sí. El caso es que ha sido un día particularmente grato.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 25

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 26

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 27