'Alcaldes de Zalamea' por Sánchez Dragó
No sólo, como casi siempre, me ha gustado mucho este artículo de Sánchez Dragó, sino que lo comparto plenamente:
NO ENTIENDO a los demócratas españoles. Será porque ya no me siento ni español
ni demócrata. ¿Cómo ser lo último después de haber visto en qué se ha
transformado el país que tanto amé tras ocho lustros de cleptocracia, desguace
y asnalfabetización? Pero no quiero hoy hablar de eso, sino de algo más reciente
e inminente (¡ojalá sea eso!). Aludo a la única medida eficaz de regeneración
democrática que hasta ahora ha puesto el Ejecutivo sobre el tapete: la de que
sea el candidato más votado quien gobierne los municipios. Se queda corta, pues
debería extenderse a los restantes ámbitos, pero por algo se empieza. Cierto es
que esa reforma favorecerá al PP y a los partidos nacionalistas en detrimento
del PSOE… ¡Qué le vamos a hacer, chavales! Quizá en sucesivas convocatorias
cambie la dirección del viento. Sea como fuere (y a eso iba) percibo en el
debate que a propósito de tal propuesta se ha desencadenado un divorcio por
mutuo desacuerdo entre la opinión pública y la publicada, siempre devota la
última de las consignas impartidas por el pensamiento único. Todas las personas
con las que he cambiado impresiones al respecto –todas, digo, ya fuesen de
derechas, ya de izquierdas, ya de nadie, ya urbanitas, ya rurales, ya doctas, ya
iletradas– aplauden la medida acogiéndose a dos argumentos de cajón: con ella,
así sea a escala local y a la espera de que el sentido común nos conduzca a un
sistema presidencialista de doble vuelta, se recortará el trapicheo bursátil de
la partidocracia y se evitará el insulto a la voluntad de la mayoría que supone
la despótica entronización en la alcaldía (o, llegado el caso, en la Moncloa) de
alguien que sólo cuenta con el respaldo de una minoría más o menos vasta, pero
minoría al cabo. ¿Cabe algo menos democrático y más autoritario que tal
imposición? A mi juicio, y al de la voz del pueblo sin carnet, no... Pero hete
aquí que la mayor parte de los políticos, los politólogos, los tertuliasnos y
los columnistas se rasgan las vestiduras –cosa difícil para quienes, reyes o no,
van esta vez desnudos– ante la posibilidad de que Rajoy saque a flote su
propuesta sin fumar el opio del consenso. Señor presidente: éste es su paso de
las Termópilas. Fájese. El pueblo español, con y sin carnet, le ha concedido el
mandato de un gobierno que lo es por mayoría absoluta. Haga uso de ella. Se lo
suplico –yo, que ya no me siento demócrata– en nombre de la democracia que jamás
llegó.
«La propuesta de regeneración más seria es que el candidato más
votado sea quien gobierne»
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