02.05.2014... de puente en Minaya...
Son días familiares, de una tranquilidad que no es tanto porque el tiempo te juega esas malas pasadas y crees que lo tienes, pero se te escapa sin darte cuenta.
El cielo está completamente azul, los campos llenos de esas flores primaverales que envuelven un verde brillante. No dejan de cantar los pájaros mientras muchos duermen. A mi sólo me queda agradecer estos momentos de vida y rogar que se alarguen envueltos en versos. Porque poesía es despertar en estos campos de Minaya que te hacen olvidar y creer que todo puede ser.
Qué poco disfrutamos cuando podemos.
Tras tomar mi café y leer algo de prensa por internet, he dedicado unos minutos a la reflexión y meditación de algunos de esos versículos a los que luego no suelo obedecer.
Arreglar el huerto, plantar algunos árboles que nos faltaban bajo un sol aireado junto a mi padre, para más tarde dedicarnos a una barbacoa familiar.
Hoy faltaba mi hermano con lo que ha sido algo incompleta pero lo hemos pasado bien, co nuestras cosas, con nuestrs manías y tonterías, pero bien.
Comimos todo lo cocinado al fuego, ha sido un exceso pero tras la tertulia de sobremesa y el gintonic en el antiguo bar de Alejo, he salido a correr unos kilómetros por el campo.
Tal vez este último momento del día haya sido de los más felices. Entre tiras y aflojas he conseguido que mi hijo me acompañase en bici. Sólo trato de que sienta y disfrute, que respiré y valoré esa oportunidad que tiene y muchos de sus amigos no; salir al campo, correr en bici por un camino, contemplar la puesta de sol sobre los campos de trigo, contemplar a lo lejos la torre de la iglesia del pueblo y sentir como se acerca la noche sobre los tejados mientras aparece un cielo estrellado.
Sé que a lo mejor no soy de esos que saben disfrutar de la vida, de lo que tienen... sí me gustaría él aprendiese a valorar y disfrutar todo eso que yo ni he sabido ni sé.
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