Libros de papel.

21h. Sé lo que cuesta vender un libro, mucho; y si el libro no es bueno o no cuenta con el marketing publicitario o la red de distribución adecuada, muchísimo más o, simplemente, su venta es imposible. 
Reconozco que el precio de venta al público del libro suele ser elevado, pero también el comprador de libros, el amante de los libros, yo mismo, sabemos del coste de su edición sin contar con algo que debería  sumarse, el tiempo dedicado a la obra (sea buena o mala) por parte del autor. 
Lo que el autor percibe, recibe, por cada libro que se vende ronda el 10% si es de renombre, si es un autor mediocre no suele superar el 5%. Si hacemos unas simples cuentas sabremos que, en el caso de un autor de firma, como puede ser un Pérez-Reverte, un Javier Marías o una Julia Navarro, que publican libros que  venden mucho, si de cada 20 euros que nos cuesta una novela suya se llevan 2 euros, de cada 10000 ejemplares vendidos (que ya son) se llevarían 20.000 euros. Esta cantidad a alguno le puede parecer una barbaridad -hablamos de grandes autores-, pero no lo es si sabemos, porque lo sabemos, que para escribir uno de sus libros, en este casó novelas, han estado como mínimo -en la mayoría de los casos- algo más de dos años trabajando. El caso de escritores sin éxito, que son la mayoría, el tiempo empleado sería el mismo pero el dinero ganado se reduciría a un cuarto (ni las ventas ni el porcentaje sería el mismo). En el caso de libro electrónico los porcentajes serían los mismos aunque el precio del libro es algo -que no mucho- menor.
Esta reflexión me viene a la cabeza a cuento de dos cosas. La primera de ellas mi viaje relámpago a Minaya,  a hacer algunas chapuzas en la casa del pueblo con el coche cargado de libros (en mi casa de Getafe se amontonan en columnas sobre los suelos de mis rincones) y mi amor y defensa del libro en formato papel: por mucho que ocupe, su olor, su tacto, sus formas, son insuperables. Y por otro lado, me viene también por las pocas personas que veo en el tren y el metro, cada mañana, sosteniendo entre sus manos un libro. Todos, la mayoría de los que leen, lo hacen en un ebook o tableta. ¿Por qué? O porque es más económico -que repito, no mucho- o porque se lo descargan gratuitamente, piratamente, de las páginas existentes para ello. Mi sospecha, desgraciadamente, es que son más los que leen en libro electrónico textos 'piratas'.


Debo decir que sobre esta cuestión -y sobre todas las cuestiones y temas de la vida- todas las opiniones o respuestas  son muy respetables y de seguro estarán cargadas de razón. La opinión más generalizada, en este caso,  es que los libros tienen un precio excesivo para los bolsillos de la gente normal. Y es verdad, puede ser cierto, pero ni lo es del todo ni sirve de excusa. 
Los libros son caros o no, depende del punto de vista por el que se mire. Conozco y sé de los costes  de edición de un libro hasta que está en manos del lector. Son muchos y más si la calidad de la edición es buena. Pero también está el libro de bolsillo (más económico aunque haya que esperar un tiempo para que salga a la venta) y, por qué no, el formato digital. En mi caso, es una opción muy personal, sólo utilizo la tableta para la lectura de informes o trabajos en formato pdf. 
Soy incapaz de leer un libro sin poder acariciarlo, sin olerlo, sin abrirlo y cerrarlo, sin subrayar o señalar sus páginas. Pero repito, esto es una opción y atracción personal. 
A lo mejor voy a tratar de defender otra causa perdida pero, es mi reflexión y opinión. Vivimos en un país en el que nos gusta la crítica al resto, sobre todo cuando tratamos de juzgar a aquellos que desde su ámbito estafan, sin darnos cuenta de que nosotros, con ciertos comportamientos, también estafamos o ennoblecemos la picaresca.
En este país hay muy buenos escritores, unos cuantos; hay muchísimos escritores medios que tienen su público; y también hay infinidad de escritores que incluso invierten sus ahorros y tiempo para ver plasmado en papel su creación y que forme parte de los demás. Todos merecen su mínima ganancia por su trabajo, como todos queremos que nos abonen ese mínimo imprescindible y respetable por el nuestro. ¿Por qué robarles si luego sí disfrutamos leyéndoles?
Estos son ese tipo de pensamientos ambigüos, utópicos, que le nacen a uno cuando va conduciendo solo acompañado, hoy, del zumbido del viento en el coche y la lluvia envolviendo el horizonte.
He ido y venido, gracias a Dios. He hecho lo que tenía que hacer. He olido el campo mojado, las chimeneas quemando leña; he sentido la sencillez del pueblo, la tranquilidad en el quehacer. Me he venido con nostalgia de lo simple y con el pensamiento de que continuaré llenando rincones de montones de libros de papel que impregnen de ese olor a tinta mi vida.

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