Me doy cuenta que cada vez genero más costumbres. Los viernes, tras la mañana de trabajo, el almuerzo se convierte en un momento tan íntimo que sólo soy capaz de compartir, en determinadas ocasiones, con aquellos que considero Amigos, y tampoco son tantos. Es como un espacio de tiempo, que no suelo alargar mas allá de las 17 h y que me sirve para repasarme o reconciliarme conmigo, en lo bueno y malo que acontece la semana. Son unas horas especiales, mágicas.

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