28.05.2017... El poder frente a la fuerza.

Uno se despierta, tras haber estado soñando sin sentido, con temas que tienen que ver con la actividad profesional. Cuando comenzamos a soñar con el trabajo, con los más y los menos del día a día, es el momento de empezar a bajar el ritmo o no llegaremos a la meta.

Y así, con estos despertares, uno apunta, entre meditaciones y reflexiones, sobre el éxito y el fracaso, sobre lo que para uno es éxito y para otros fracaso. 

Si le dijese, como de vez en cuando hago, a mi hijo de dieciséis años, lo que es el éxito, se lo explicaría con una simple frase: el éxito no es tener ni llegar a ser, el éxito es conseguir estar contento con lo que eres y tienes, en la circunstancia que sea. 

Si lo mismo se lo he de explicar a un joven que comienza su carrera profesional, de esos a los que de vez en cuando me dirijo en los cursos que me convocan, le digo: éxito no es ganar, éxito es llegar, éxito es fracasar mil veces y levantar sin perder el aliento, la ilusión y la pasión por lo que haces.




Ahora, aquí sentado, tras pensarlo mucho desde esta mañana, me diría a mi mismo, mientras me acerco a los cincuenta, que éxito es vivir con la sensación de no haber fracasado contigo mismo. Y ¿qué es no fracasar contigo mismo? Haber hecho lo que uno cree, en lo que cree, sin miedo al que dirán y no pensar nunca que perdió la el tiempo o la oportunidad. ¿Simple? No tan simple. ¿Difícil? No tan difícil. Difícil es lo que queremos que sea difícil.

Está claro que lo que para unos es éxito en la vida, para otros es fracaso; lo que es fracaso puede ser éxito para alguno. Creo que siempre diré que moriré realmente feliz si mis padres se sintieron orgullosos de mi y mi hijo sintió a su padre como un referente en la vida. Para qué más.

Y así, entre estas divagaciones matutinas, nuestra carrera de 16 km, tranquila pero no exenta de esfuerzo, por esos caminos que siempre llegan a ese místico y espiritual lugar, el Cerro de los Ángeles. C y yo hemos conversado sobre esto y lo otro, sobre el liderazgo y el poder. La conversación ha surgido al comentar el triunfo de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE.

Creo que sobre este personaje se va a escribir mucho, no sé si para bien, pero se va a escribir más de lo que ya se ha hecho.

Contra todo ha ganado: contra el aparato de su partido, contra los medios de comunicación, contra los mil y un obstáculos que se han ido poniendo delante de él. ¿Y por qué? Porque ha creído en él. ¿Y por qué más? Porque ha vencido el poder interior frente a la fuerza. 

No es un personaje que me haga especialmente gracia, y no solo por las ideas que, por otro lado, respeto aunque no comparta. Me parece un tipo con sesgos radicales, con rencores que le provocan ciertos actos de prepotencia. Ni tenía que votarle en las primarias ni le he votado como candidato a la presidencia de este país.

Pero cierto es que he seguido de cerca su campaña a la secretaría general de su partido y he sentido cierta admiración sobre todo por el no dejarse llevar en ningún momento por el desaliento, por no hacer caso al que dirán o dicen y por creer profundamente en su proyecto trasladándolo así a sus seguidores.

Creo que el PSOE ha dado un ejemplo de democracia interna que, vuelvo a repetir, más allá de las críticas, envidias o chascarrillos de unos u otros, ya quisieran otros partidos tener; por ejemplo el PP.

Y sí, en este ejemplo que pongo y que también viene a cuento de lo que hablaba al principio, de lo que significa el éxito para unos o para otros, diré que ha quedado ratificado algo que algunos no contemplan: no es lo mismo fuerza que poder

La fuerza es externa y el poder interno. Hay quien cree que la fuerza, o con la fuerza, se puede todo, y no se da cuenta que el poder interno, el poder que te genera creer en lo que haces para enfrentarte a aquellos que utilizan la fuerza, las tretas maléficas, que humillan para tratar de vencer, ese que hace que consigas llegar a la meta con unos resultados óptimos.

Una vez que iniciamos el camino, porque creemos en él, confiamos y tenemos focalizado el resultado. No hay que cambiar de dirección.

Hay quién no se da cuenta que la fuerza te la genera siempre la contrafuerza. Nada puede presionar sobre algo si no existe otra cosa que se le resista.

No se trata de competir, a veces el éxito está en darle la vuelta a la moneda.

El éxito surge de saber a dónde mirar, no qué mirar: mirar lo que somos. La fuerza no da el éxito, el éxito lo da el 'poder interno', la convicción.

Termino con un ejemplo por todos conocido: el poder de Mahatma Gandhi contra la fuerza del Imperio Británico. Gandhi partía de un principio de verdad universal: la igualdad de todos los hombres en virtud de su creación. Un principio universal, con poder universal.

Pero los británicos estaban motivados por sus intereses más personales; los intereses del resto, los intereses generales, les preocupaba bien poco. Esa fuerza chocó contra el poder ilimitado de la voluntad de Gandhi y el imperio sufrió una derrota inevitable. El canijo de menos de cincuenta kilos, despreciado por el sistema por tener la piel oscura, puso de rodillas a todo un gigante, a esa potencia que se creía.

Que algunos se apliquen el cuento, en este caso el ejemplo.

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