28.03.2017...

Por mucho que nos dediquemos a aconsejar y motivar a los demás, por mucho que nos hagamos los fuertes o que parezca que nada ni nadie nos afecta, por mucho que pensemos que tras las tormentas llega la calma; por mucho que me diga a mí mismo que debo leerme más que escribirme, yo también tengo momentos en los que necesito el sol con urgencia. 



Son esos instantes en los que te acuestas pensando lo mismo que cuando te levantas, que algo no has hecho bien. 

Son esos instantes en los que asumes eso que te decías tiempo atrás, que a veces es mejor tomar decisiones, que esperar a ver qué pasa porque cuando pasa ya es tarde para decidir. 

Hay que parar y pensar detenidamente para no vernos infectados por pensamientos ajenos que nos confunden.

El trabajo interno; la reflexión, el análisis, enjuiciarnos y meditar sobre lo que hacemos y no hacemos.

Son esos días en los que creo necesitamos reconstruirnos y para ello lo mejor es resetearnos.

Y los días no son como empiezan sino cómo terminan. 

Comenzamos con unas frías nubes y terminamos con un cálido sol digno de esas sonrisas y versos que solo quien siente puede ofrecer. 

Emborrono y corrijo últimamente notas y apuntes para ese libro que quiero publicar cuanto antes y que llevará por título #liderandoT. No serán más que una ristra de consejos que incentiven el liderazgo interior y dedicados, fundamentalmente, a ese líder que sé será en un futuro, si no lo es ya. 

El liderazgo personal se demuestra con el tiempo. 

Es curioso cómo mucho de lo que esta mañana hubiera escrito, en este final de día no llego a sangrar por aquí. Y eso es bueno, quiere decir que somos capaces de cambiar nuestros pensamientos si sabemos rodearnos de momentos poéticos.

Y de poesía es de lo que más me apetece escribir y sentir.

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