28.07.2015... De piscina y Pérez Reverte!

He entrado en casa hace un rato. Casi sin cerrar la puerta me he desprendido de la chaqueta, venía escuchando a Adele y su 'Rumour has it'  y, directo a la terraza, han ido despegándose del cuerpo el resto de ropa pensando, única y exclusivamente, en lanzarme a la piscina saltando por encima de la verja que nos separa de ella. Voltereta y media es lo que me separa. Cuerpo al viento, michelines y pelo en pecho en absoluta libertad. Pero no. Justo en la puerta de la terraza me he dado cuenta de algo evidente: ¿el bañador? He quedado cortado conmigo mismo, tímido yo, se ha roto la magia, la emoción del instante.




Este calor me está trastornando. Me he puesto el bañador, he salido a la parcela, a mi parte comunitaria y, educadamente, me he zambullido en ese metro cúbico que, gran privilegio, me pertenece.  He sentido cómo las ideas se iban colocando y reubicando en ese sector mental que huye de los calentamientos globales.

Y ahora aquí, fresco y seco, soy capaz de escribir algunas líneas sin dejarme llevar por el instinto y pronto que a veces me caracteriza. Quiero buscar momentos y circunstancias que me lleven a sentir que la semana ha comenzado así, porque tenía que ser así. Nunca pensé que esta temperatura conseguiría retarme. Lo está haciendo de tal forma que no encuentro versos que justifiquen el sudor de mis palabras (bien Moreno).

Podría desahogarme por aquí con el incidente que viví anoche al llegar del trabajo. Encontré mi coche, que dejo en el aparcamiento de la estación de RENFE, con los cristales destrozados. Era tarde. Me acosté tensionado y pensando en los motivos que pueden llevar a alguien a hacer algo así. ¿Un desahogo? ¿Una rabieta? ¿Un exceso de calentamiento global? Vaya usted a saber. El caso es que a lo largo del día de hoy, he querido pensar que fue una acumulación de temperatura en el vehículo que, como un globo, provocó un estallido cristalino. Vaya, una de esas teorías mías para justificar lo injustificable.

¿Por qué trato de pensar que más allá de la estupidez humana existen razones y razonamientos científicos o psicológicos que justifican determinados comportamientos o situaciones? El caso es que siempre apuesto por los versos, por la poesía, por esta hormiga que ahora mismo, sin saber cómo, recorre el teclado de mi portátil mientras escribo. Eso es poesía.

Y a poesía provoca siempre, si se quiere y siente, situaciones excepcionales y simpáticas. 



Quién le va a decir a uno que cuando entra en un parking de Madrid, para recoger el coche de un amigo, se va a encontrar a un espadachín, con capa y espada figurada, un tal Alatriste, discutiendo con la máquina de pago. 

Quién va a imaginar que, al fijarte en el personaje, das cuenta de que es el maestro Arturo Pérez Reverte que, como vil caballero que es, educado, trata de explicar, con una mirada circunspecta, a un pedazo de caja metálica color amarillo, su circunstancia.

Una situación simpática y casual que resolvió mi amigo JLS, como el sabe, y que educada y amablemente, agradeció el maestro. Simpatía y cercanía, normalidad literaria y amabilidad caballeresca de este monstruo de las letras que leo y admiro y, sobre todo, que ha conseguido girar en parte el inicio de esta peculiar semana.

No sé, Moreno, creo tengo necesidad de unos días de descanso urgentes...




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