Correr!

Anoche llegué a Getafe, a casa, pasadas las 20.30h. En los termómetros del coche y de la calle la temperatura superaba por muy poco los 0ºC, dando la sensación de no haber habido otro día más frío. Pero no sé por qué - o sí- subí, dejé las llaves y comencé lo que ya se ha convertido en un verdadero ritual: despojarme de la ropa del día, ponerme la camiseta, el pantalón deportivo, las zapatillas -qué momento-, cambiarme de reloj y volver a bajar.

Antes de salir a la calle hacerme la pregunta por última vez: '¿hará demasiado frío?'. Por si acaso no sobrará el gorro, los guantes y el complemento imprescindible, el iphone -desgraciadamente con el móvil conectado por si acaso, son las reglas del sistema- repleto de música que me sirven de inyección energética.

Y ahí estaba otra vez, otro día, con un frío que cortaba la cara y penetraba en los primeros minutos a todo rincón del cuerpo. La sensación era brutal. Parecía que estábamos a menos grados de lo que marcaba el primer termómetro que pasé en la Fuente de Goya (0ºC). Las manos con los guantes, y los pies con los calcetines y zapatillas: congelados. ¿Y qué coño estaba haciendo yo, corriendo por unas calles y parques por los que tan sólo otros pocos 'locos' como yo hacían lo mismo? No lo sé, la verdad, o sí lo sé: sintiéndome. Sintiendo uno de esos momentos del día en los que la soledad te muestra libre, más vivo, abrazado al mundo.

Es verdad que lo más duro de salir a correr es eso: 'salir'. Salir no en el sentido de echar a andar, de iniciar el movimiento, de trotar y correr. No. Salir: llegar tras la jornada laboral, de reuniones interminables, de papeles e informas varios, de números y presupuestos, de obras que no empiezan o no llegan, harto de tantos, del sistema asistemático, de la comida y sobremesa, de sus momentos y no los tuyos. Y salir: sentarte en la cama y calzarte por fin las zapatillas, subirte el 'calzón' y colocarte los auriculares, apretar el 'start' en el cronómetro y sentir ese frío en la cara, como el de anoche, que te hace volver en sí. Respirar hondo, preguntarte '¿qué haces ahí, a esas horas?', pero echar a correr sabiendo que te sabrá a poco.

Anoche fue una de esas carreras medianamente largas: 62', 12km. Una carrera tranquila por las frías calles de Getafe: Avd. Ferrocarril, cruzar los puentes a El Bercial, bordear el Hipercor para volver a Getafe Norte, bajar hasta el Colegio Ana Mª Matute -aprovechar y ver cómo ha quedado la ampliación-, subí hacia el Coliseum Alfonso Pérez, bajar Teresa de Calcuta, Martín Gato hasta la Avd. Juan de Borbón como recta final.

Y llegar, llegar como casi todos los días, con el corazón a dos mil, con las gotas de sudor hasta en los pelos del tobillo, con las piernas pesadas y doloridas pero con la sensación de que podías haber corrido algo más. Subir, dejar correr el agua caliente por el cuerpo, respirar tranquilo y pensar: '¿qué he hecho?'. Eso, ese momento, ese instante, es felicidad.

Correr me deja limpio del día, me lava la mente y me permite pensar, reflexionar e incluso tomar alguna que otra decisión. Me hace descargar las tensiones y a veces desahogar el malestar o los enfados.

Correr es como un ritual, una terapia, una forma de desahogo, de buscarte y encontrarte, de exigirte y superarte.

Correr es como buscar la libertad y encontrarla, aunque sea por unos minutos o por una hora. Se abre la cabeza, la mente se expande y es capaz de sentir nuevos empujones de actividad, de ideas, de compromisos.

Seguro que otros corredores tienen otras sensaciones o incluso les supone otro tipo de estímulo. Correr se ha convertido, para mí, en uno de esos momentos que me hace feliz porque me hace sentir bien. Un momento poético e incluso místico; un momento para superarme cada día. Un momento de encuentro conmigo mismo.

Correr es conseguir con esfuerzo, es disciplina y sacrificio del que recibes un estado de bienestar que supera cualquier malestar.

Terminé el año pasado prácticamente a la carrera. No pude inscribirme en la San Silvestre por intentarlo tarde -falta de plazas (cada vez son más los aficionados)-, pero salí por mi ruta favorita getafense. El día 2 de enero hice mi primera ruta larga del año: 60 minutos. Me lo tomé bastante tranquilo y preferí disfrutar de cada kilómetro como creo que hay que hacer un largo recorrido. No estamos en edad de muchos excesos ni tengo por qué. No he dejado de hacerlo ni en las condiciones climatológicas que nos acompañan.

Nuevos retos este año; nuevos objetivos. Tal vez el Medio Maratón. Ya veremos.

Correr!

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